viernes, 31 de mayo de 2013

Danza Sangre
     
    "Ya nunca tengo la sensación de pertenecer a una época en concreto, pero sentirse desvinculado no es malo, sino más bien un síntoma de progreso y esperanza. Me gusta quejarme porque después me esfuerzo más. Es un don especial sentirse desvinculado desde joven."
    John Lydon
     
     
    Este es el mundo que creo para vos.
    Primero, un torrente de noche, una bocanada de noche al abrir las ventanas. Hacia abajo, varios pisos de invierno hasta el nacimiento de la torre. Suspenderse en el frío y volar, abajo, abajo. Los pies desnudos se apoyan en la tierra/asfalto.
     Se vuelven cemento, se tornan grises. Noche alrededor te persigue, pero tarde o temprano dejarás que te alcance y te atraviese. Dejarás que las venas se te ensanchen, se te salgan del cuerpo y caigan como un manto a tus pies. Alfombra roja. Desfile de vidas y muertes. Danza.  
     
     
     Luego, después, la falta de luz alrededor de la luz. La piel blanca sobre el negro profundo, el negro infinito, el negro absoluto. La oscuridad agrietándose por donde pases. Una estela de alma al danzar.
     
     
    Oscuridad encima y debajo, oscuridad alrededor te persigue, y más temprano que tarde te dejarás alcanzar. Más atravesar, danzando sobre la alfombra ondulante de tus venas vivas. A cada paso, a cada salto, brota y salpica la sangre. Te vas más allá de las vidas y las muertes. Danzas.
     
     
     
    ¿Y por qué danzas? Oscuridades despiertas duermen tu corazón, arrullan tu alma... Mientras creo este mundo para vos, crío este sueño para vos. Y me arrancará los ojos con poesía. Y danzas.
     
     
    La ciudad se calla. Un instante. Danzan tus pupilas. Algo danza también sobre mi piel. Por encima, ventanas soñolientas, pestañas caídas. El símbolo de paz blanco sobre negro y ella, sin cabeza, con un manto rojo apretado en su vientre, va y viene, se cruza delante y se ve, desde lejos, que no tiene nada de paz.
     
     
    Yo me froto los antebrazos con las palmas húmedas de tus manos que se encienden, fluorescentes, se encienden y reflejan luces sobre el agua de cemento. Los que danzan no pueden hundirse, no se sumergen.
     
     
     Los pies desnudos se cubren de aceite de motores, de negros fluidos alquitranados. Los que danzan se alejan, así, caen a las alcantarillas del inframundo.
     

     
    Tus venas y mis venas y las venas de la ciudad reptan juntas. Un lento vomitar de sangre danza en la ciudad.

     
    Al final, la fotografía del mundo que ahora es tuyo. Tiene danza y poesía.
     
     
    Quise buscarle un color.
     
    
     
    Blanco y negro sangre.
     
     
     
    Texto y fotografías: Ramiro Peri
    (Imágenes de "Ensayo sobre el final del invierno", Compañía Nacional de Danza Contemporánea)